jueves, 22 de agosto de 2013

Kovalev




Cuando uno cree que ya lo ha leído todo acerca de las barbaridades de la Segunda Guerra Mundial va y descubre que no, que todavía quedan horrores nuevos que van saliendo a la luz.

Michael Jones es un historiador británico que ha escrito una trilogía sobre la guerra en el Frente del Este. El último de sus tres libros, publicado el año pasado en España, es El trasfondo humano de la guerra (Crítica). Tras una pequeña introducción sobre la campaña de 1941, el libro cuenta las vicisitudes del Ejército soviético desde Stalingrado hasta Berlín. Para ello Jones se apoya en los testimonios de  muchos veteranos a través de sus cartas o de entrevistas.



El libro es en realidad, como el propio autor admite, un homenaje a los soldados del Ejército Rojo cuyo sacrificio permitió la derrota de la Alemania de Hitler. Describe con todo detalle sus sufrimientos y las atrocidades que descubrían a medida que atravesaban los territorios antes ocupados por los nazis, o cuando entraban en los campos de la muerte. Pero también hace referencia, como es lógico, a los crímenes que muchos de esos hombres cometieron cuando entraron en suelo alemán.

Y no solo en suelo alemán.



Yevgeni Ananevich Jaldei tenía 28 años cuando tomó la fotografía más famosa de su vida, la del oficial soviético que sostenía una bandera roja en lo alto del Reichstag. La imagen ha llegado a ser un icono, un símbolo de la derrota del nazismo y del fin de la guerra en Europa.



Como corresponsal de la agencia de noticias TASS, Jaldei acompañó al Ejército Rojo desde el inicio de la guerra. Fue testigo directo del terrible precio pagado y del enorme sufrimiento, tanto de civiles como de militares, en el Frente del Este. Él mismo, que era judío y había nacido en Ucrania, descubrió que los nazis habían asesinado a su familia y habían tirado los cuerpos al fondo de una mina. Conforme el Ejército Rojo avanzaba hacia el oeste, Jaldei tomaba fotos de las atrocidades cometidas por los nazis contra la población y los judíos. Las autoridades soviéticas permitían la publicación de las primeras, pero se mostraban reticentes con las imágenes de judíos asesinados.

De hecho, su condición de judío hizo que Jaldei perdiera su trabajo en 1948. Durante una década tuvo que apañárselas por su cuenta, hasta que en 1959 empezó a trabajar para Pravda. No obstante, en 1970 fue forzado a abandonar el trabajo de nuevo y por el mismo motivo.

La fama internacional por sus fotos sólo le llegó tras la caída de la URSS, pero no tuvo mucho tiempo para disfrutarla ya que murió en 1997.

Jaldei se inspiró en la famosa foto de Iwo Jima, de Joe Rosenthal, para tomar la suya sobre el Reichstag. Llegó a Berlín con una bandera hecha con un mantel rojo: «Y entonces, al Reichstag. Subí al tejado con unos cuantos soldados y busqué un buen ángulo. Encontré el sitio y le dije a uno de los soldados: “Sube ahí arriba”. Y él me respondió: “Vale, pero si alguien me sujeta los pies”».
 
Era el 2 de mayo de 1945.

La foto fue retocada. Ésta es la original:



El propio Jaldei añadió después humo para dar la sensación de que en el momento de tomar la foto se continuaba combatiendo en Berlín (en realidad, los alemanes se acababan de rendir):



Más tarde, las autoridades soviéticas ordenaron acentuar el humo del fondo y eliminar uno de los dos relojes de pulsera que lleva el tipo que sujetaba al de la bandera, para no dar la sensación de que los militares soviéticos eran unos saqueadores:




 El resultado final:



Durante cincuenta años la propaganda soviética divulgó que el hombre que alzaba la bandera en la fotografía de Jaldei era un georgiano llamado Meliton Varlamovich Kantaria. Hoy sabemos que se le eligió simplemente por satisfacer a Stalin, que también era georgiano, pero lo cierto es que el tipo que levantó la bandera aquel día sobre el Reichstag era ucraniano y se llamaba Aleksei Kovalev (o Alyosha Kovalyov, en ucraniano).

En su libro, Michael Jones cuenta la entrevista que le hizo a Kovalev. Cuenta su historia.

El 30 de abril de 1945 los soviéticos ocuparon posiciones alrededor del Reichstag. Aunque la importancia de aquel edificio (el parlamento) en la Alemania de Hitler había sido mínima, tenía un gran poder simbólico. El mariscal Zhukov había pedido a sus hombres que plantasen una bandera roja allí. Esa bandera simbolizaría el fin de la guerra. El soldado Mijail Petrovich Minin recordaba: «En el cuartel general y los puestos de mando, los oficiales políticos nos habían explicado que cualquier bandera o enseña roja, cualquier tela roja que se alzase sobre el Reichstag sería considerada la bandera de la victoria. Y todo el que ayudase a ponerla allí sería condecorado con el título de Héroe de la Unión Soviética. Éramos conscientes de que aquellas condecoraciones nos podían costar la vida».

Hubo una serie de ataques a lo largo del día contra el edificio, pero fracasaron y los soviéticos tuvieron muchas bajas. A las 14:40 un grupo entró en el Reichstag y se vio ondear una bandera roja en una de las ventanas del primer piso. El hombre que la puso allí fue Kovalev. Después, la bandera desapareció y el grupo fue expulsado del edificio.

Conforme se acercaba la prestigiosa fecha del 1 de mayo, los intentos por tomar el Reichstag -o al menos por plantar una bandera en lo alto- se volvieron cada vez más frenéticos. La noche del 30 de abril se formó un grupo de cinco soldados, uno de los cuales era Minin. Fue él quien consiguió abrirse paso a tiros y finalmente alzar la bandera en el tejado del Reichstag.

El 1 de mayo la noticia del suicidio de Hitler llegó hasta los mandos soviéticos transmitida por el general alemán Hans Krebs, que inició las negociaciones para la rendición de la ciudad. Al concluir ese día, el Reichstag ya estaba completamente controlado por los soviéticos.

Al día siguiente llegó Jaldei.

La persona escogida para salir alzando la bandera en la foto de Jaldei fue el teniente Kovalev. Él había sido uno de los primeros en llegar al Reichstag. Él había sido en realidad el primero en colocar una bandera roja allí, y además era un tipo admirado en el Ejército como jefe de una sección de reconocimiento.

La mañana del 2 de mayo el mariscal Zhukov visitó el Reichstag. Se encontró con Kovalev y le preguntó acerca de la toma del edificio. Kovalev le habló de una carga desenfrenada, de cómo habían subido las escaleras hasta el primer piso y habían ametrallado a dos alemanes que se escondían tras un colchón. Fue entonces cuando anudó una bandera roja a una ventana.

Zhukov quedó encantado y le regaló a Kovalev su mapa personal de Berlín como recuerdo. Cuando Jaldei llegó para hacer su foto, Zhukov insistió en que fuera Kovalev el que apareciera izando la bandera. Después los censores soviéticos modificaron la foto, cambiaron la identidad de Kovalev y le dijeron que guardara silencio. Hoy, por fin, sabemos la verdad.

Jones resalta que Kovalev «fue un hombre valiente y un soldado duro que siempre estuvo en la vanguardia de la acción». El propio Kovalev dice que «he matado a más gente que pelos tengo en la cabeza». Pero la entrevista sigue, y la voz de Kovalev empieza a cortarse:

«Como explorador con labores de reconocimiento, siempre iba por delante de nuestro ejército y tenía que reunir datos para la inteligencia. Usaba a la gente local; los abordaba y les preguntaba por el paradero de los alemanes. Eran rusos, gente buena, y querían ayudarme. Me decían todo lo que sabían».

A Kovalev le cuesta continuar, pero sigue hablando:

«Imagine esto. Cojo a una joven rusa, que está lavando la ropa en el río, a un niño que juega en un pueblo, o a un anciano sentado a la puerta de su casa. Les pregunto. Ellos me ayudan en todo lo que pueden. Y entonces, la “norma férrea de nuestro ejército”: tengo que matar a mis fuentes, sin excepción. No puedo correr el riesgo de que los alemanes los capturen, interroguen y descubran que nuestras tropas están en las inmediaciones. No puedo poner en peligro a todo nuestro ejército por la vida de una sola persona».

Kovalev llora pero sigue:

«Les cortaba el cuello con un cuchillo. Maté a centenares de los nuestros, personas decentes, amables, honradas. Los maté, los asesiné para poder derrotar a los alemanes. Este es el precio que pagué. Tengo que vivir con esto cada día, durante toda mi vida».

Jones habla de los crímenes del Ejército Rojo, pero también pide comprensión. Comprensión hacia unos hombres que se vieron metidos en el peor de los infiernos y que derrotaron a la Alemania nazi tras unos sacrificios extremos, en una lucha sin Convención de Ginebra, en la que se libraron las batallas más brutales y más importantes. Unos hombres que fueron testigos de las peores atrocidades.

En fin, creo que esto fue la guerra en el Frente Oriental. Se me hace complicado hablar de “buenos” y “malos”. Más bien fue un cataclismo en el que muchas personas se mataron entre sí de la forma más brutal, y muchísimos inocentes fueron asesinados. Y en la que hubo mucha propaganda, muchísima propaganda.

La guerra en todo su esplendor, en definitiva.


6 comentarios:

  1. Para mí ese frente fue elegir entre lo malo y lo peor, ejemplo claro fueron los sufrimientos de los civiles.

    Sobre esta historia no sabia nada, como tampoco de las mujeres pilotos soviéticas, de las que lei hace unos días y me resultó superinteresante.

    Abrazos.

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    1. Ah, pues si además te gustan los cómics, te recomiendo "El Gran Duque", de Yann y Hugault. Está maravillosamente bien dibujado y la historia va sobre un piloto alemán y una piloto soviética.

      Un abrazo.

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  2. Todas la guerra son iguales, pero normalmente solo se sabe una parte de la historia. La URSS cayó en desgracia y por eso salen a la luz todas sus atrocidades.
    Sólo hay que esperar la caida de EEUU para realmente darnos cuenta de las suyas en la 2 guerra mundial, vietnam, africa, sudamerica, afganistan, irak, libia, siria... y tener por fin todas las aristas de la historia.

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    1. Bueno, con todo lo malo que tienen los EEUU -que lo tienen, y en cantidades industriales-, no dejan de ser una democracia. Seguramente hay episodios oscuros de su historia que no conocemos, pero también hay una pila de atrocidades cometidas por los yanquis que nos sabemos casi de memoria. Y esto es así porque ellos mismos las han reconocido y nos las han contado hasta la saciedad, cosa que no han hecho otros. Ya que hablas de la Guerra de Vietnam te pongo un ejemplo: la matanza de My Lai, cometida por los yanquis y en la que murieron unas 500 personas, es muchísimo más conocida que la Hue, en la que los norvietnamitas asesinaron a un mínimo de 2.800 personas.

      Un saludo.

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  3. Los sovieticos perdieron entre 20 a 25 millones de personas por las fuerzas nazi, creo que fueron bastante considerados con los alemanes.

    Creo que la sacaron barata en Alemania porque si los sovieticos hubiesen querido podrian haber cobrado cada una de las vidas que perdieron, pero claro eso hubiese sido otro genocidio y seria lo mismo que hicieron los nazis.

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    1. Bueno, en este caso lo que debería llamar la atención es cómo trataron los soviéticos a su propia gente.

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